Lcda. Carmen Patricia Corzantes

Directora General de Colegio Verbo Zona 19

Cuando lees un resultado o bien de la boca del médico escuchas la frase Positivo, felicitaciones estás embarazada!!! Muchas emociones se agolpan en el corazón de la nueva madre, esto dependerá del entorno y la situación particular que se esté viviendo, emoción, alegría, duda, temor, incertidumbre y muchas más, pero lo que es seguro es que las mujeres que comprenden en su corazón la inmensa bendición que esto representa, dijeron un sí sin importar lo que se vendría, un sí porque Dios confió en ella como colaboradora para que ese ser, que ahora mora en su vientre, alcance el propósito para el cual fue enviado a esta tierra.

La primera preocupación es lo evidente el cuidado amoroso de un ser indefenso que al nacer con sus balbuceos y tiernas caricias se roba su corazón; alimentarlo se convierte en el primer reto, muchas veces con dolor, pero que al lograrlo se experimenta una sensación de satisfacción que permite a la madre pensar que sí lo logrará, sin percatarse que es solo el principio de una jornada que durará toda la vida.
Enseñarle a gatear, caminar, montar bicicleta, manejar carro, constituyen pasos hacia su independencia, pero para que eso llegue son interminables las citas con el médico, por enfermedades, caídas, inventos, o simplemente por control, además de las incansables horas de tareas, tomándole la mano para realizar bien un trazo de letras, números, hacer sus primeros dibujos, caritas alegres o tristes, explicar los temas de matemáticas o inglés, hasta que nos damos cuenta que han crecido tanto que esos temas ya no son tan fáciles de explicar y lo que nos queda es sentarnos a su lado dándoles ánimo para que logren aprobar las materias.
La función de una madre es tan valiosa que podríamos seguir describiéndola sin lograr al menos esbozar su tremenda influencia en la vida de un ser humano, pero hoy me enfocaré precisamente en esa misión como colaboradora de Dios para que sus hijos alcancen el propósito que El les asignó. Para ello es necesario identificar varios aspectos en la vida de cada uno de nuestros hijos, para que como buen arquero ejerzamos la justa medida de fuerza, tensión y dirección a esas flechas que Dios puso en nuestra aljaba, tal y como lo dice salmos 127:3-4.
Primeramente es identificar las fortalezas del temperamento de nuestros hijos, ya sean coléricos, flemáticos o melancólicos, para que sigan mejorando en estas características positivas, por otro lado, también trabajar en sus debilidades de tal manera que puedan convertirse en fortalezas a través de los años, permitiéndoles de esta manera establecer buenas relaciones interpersonales además de darles seguridad en sí mismos.

De igual manera es necesario identificar desde niños los talentos que Dios les ha dado a nuestros hijos, la palabra de Dios dice que Jesucristo al vencer la muerte dio dones a los hombres, Ef.4:8-9 estos dones o talentos son aquellas habilidades innatas o desarrolladas que los caracterizan, en muchas ocasiones no son conscientes de esos talentos por lo que no se explotan ampliamente, es por ello que la acción de una madre, quien les conoce muy bien, para orientarles, motivarles y ser intencional en sus acciones exponiéndoles a diferentes experiencias donde afloren esos talentos, de esta manera sabrán que son únicos, les dará identidad y eliminará la necesidad de imitar a otros.

Aún más importante lo constituye el moldear el corazón de su hijo, que al nacer es como un lienzo en blanco, usando el manual de vida que es la palabra de Dios, llevándole de la mano a sumergirse en el rio de la presencia de Dios, a ese lugar seguro donde se encuentre con su Dios, su creador, su amigo, su salvador, aquel que por amor se entregó como ofrenda perfecta para que tuviera vida eterna.

Los principios eternos que se encuentran en la Palabra de Dios les brindarán a sus hijos un marco de conducta segura y un pilar donde asirse en los momentos de dificultad. Esta labor es la más difícil pues esta enseñanza debe ir indefectiblemente acompañada de acciones congruentes a lo que se enseña, pero para una madre es más fácil pues su amor es lo más parecido al amor de Dios que se conoce sobre la tierra, y por amor se reinventa, se prepara y se deja trasformar por Dios.

 

Finalmente tomando el ejemplo de una madre valiente en la palabra de Dios, me refiero a María, quien preparó a Jesús para que alcanzara su propósito aún a pesar que esto representaría dejarlo ir, estar presente dándole su espacio para cumplir su ministerio, verlo caer y levantarse para seguir adelante, entregar su vida en ofrenda porque estaba convencida que con ello colaboraba a un propósito mayor para la humanidad.

Así nos ocurre a las madres, ¿Cuánto quisiéramos que esos pequeñitos que amamantamos, enseñamos a caminar, a leer en quienes hemos desbordado todo nuestro amor y atenciones estuvieran siempre a nuestro lado, pero no es así. Llegará el tiempo cuando tengamos que verles partir quizás a estudios en el extranjero, a la realización de un sueño en países lejanos, a la conformación de una familia, o volver a la casa del padre para devolver ese regalo que un día recibimos y no podemos dejar de pensar que quisiéramos tener más tiempo para prepararles mejor, por eso el tiempo es ahora querida mamá, de ser aguerridas, de ser intencionales, de orar de estar presente en sus vidas, cuando así lo requieran, para disciplinarles con amor, para dar un consejo, o bien para ofrecerles un hombro donde puedan llorar, quizás no tendremos siempre todas la respuestas pero lo que si es cierto es que estaremos allí para ellos.

“Madre, Dios confió en ti para que tus hijos alcancen su propósito, prepararlos para el reino eterno de Dios, para ser seres humanos felices, profesionales exitosos, que con sus acciones brinden honra a Dios, que tus hijos se levanten, se realicen y te llamen bienaventurada, pues muchas mujeres hicieron el bien pero tú la sobrepasas a todas”. Prov. 31:28-29

Con aprecio,

Miss Patty